Las familias del alumnado con Necesidades Específicas de Apoyo Educativo

Ninguna familia está preparada para asumir un diagnóstico de estas características. Por tanto, es perfectamente normal que se pase un proceso de duelo, lleno de sentimientos normalmente negativos, hay que reconocer para poder avanzar hacia otros más positivos, lejos de la culpa, la angustia, el dolor o la autocompasión.

La detección de algún tipo de discapacidad o trastorno supone para la familia pasar por una serie de fases, las cuales se describen a continuación:

  • Fase de shock: esta se trataría de la primera fase por la que pasan las familias y se trataría de una reacción de defensa que surge tras el diagnóstico. En este momento, lo que ocurre es que se amortigua el sufrimiento ante este hecho y tienden a posponer parte de ese dolor. En esta fase, es recurrente que asistan a distintos especialistas ya que tienen la esperanza de que alguno les diga que existe una cura para su hijo.
  • Fase de negación: en esta fase las familias comienzan a asumir la nueva situación, si bien es cierto que continúan buscando respuestas, esperando un “milagro” o incluso deseando regresar al momento en que su hijo/a aún no había nacido. En cierto modo lo que quieren es tener una realidad paralela en su imaginación que les genera cierta sensación de control.
  • Fase de reacción: en esta fase se empiezan a dar los primeros pasos para llegar a la aceptación. En concreto, la familia comienza a entender que tener un hijo/a con necesidades educativas especiales no tiene por qué suponer un problema. Cuando se va llegando a la compresión de esta nueva situación y se comienza a asumir que el diagnóstico es definitivo, se produce en los padres una gran sensación de tristeza, vacío e incluso cansancio físico. En esta fase, la validación de esas emociones y la comprensión de las personas que les rodea es fundamental ya que probablemente una vez que se manifiesta y expresa ese dolor será posible llegar a la última fase, la aceptación.
  • Fase de aceptación: esta última fase las familias son capaces de afrontarse a la realidad y traspasan el dolor para abrirse a nuevas oportunidades. Comprenden que su hijo/a tiene ciertas dificultades o limitaciones, pero también comprenden que poseen ciertas capacidades que pueden fomentarse. Esa fase no es un momento feliz para los padres, pero sí comienzan a sentir cierta sensación de paz.

La aceptación del trastorno no es una tarea fácil, ni siquiera para las familias más unidas; por lo que, apoyar a las familias supone respetar los ritmos de asimilación que marca cada familia e, incluso, de cada miembro de esa familia.


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